martes, 22 de diciembre de 2015

SOLSTICIO DE INVIERNO: NAVIDAD

En el final del imperio romano las influencias religiosas de Oriente habían minado la vida romana, la extensión del culto a la diosa Madre y el culto a Mitra por el imperio son dos buenos ejemplos de esta situación. Las nuevas religiones inocularon a los latinos una manera diferente de ver el mundo en pos de ideales poco terrenales, dando mayor importancia a la vida futura. Entre los dioses de entonces llegados al mundo occidental destaca  Mitra cuyo culto parece tener puntos de semejanza con el cristianismo. 
 La religión de Mitra fue una potente rival del cristianismo, una reliquia de la larga lucha se preserva en la fiesta de Navidad, que la iglesia parece haber tomado de los cultos mitraicos persas. En el calendario juliano el 25 de diciembre es reconocido como el solsticio de invierno y es  considerado la natividad del sol, porque es el momento del turning-point, es decir el momento  en el que el poder del sol crece o empieza a renacer. Lo que hicieron los cristianos fue hacer coincidir el ciclo litúrgico con el ciclo solar, así la Natividad de Cristo  se solapa con el renacimiento del sol. Las fiestas navideñas son fiestas  de luz por eso se fijaron en el solsticio de invierno. "Toda la liturgia del Adviento canta a esa Luz que se acerca y que poco a poco hiende las tinieblas" (Hani, 1983: 134). En el solsticio hay una correspondencia entre el sentido místico y el cósmico, primavera de la naturaleza y de las almas.

En Siria y Egipto es donde primero se comenzó a festejar  el nacimiento de Jesús por estas fechas. Los evangelios nada decían de la fecha del nacimiento de Jesús y por esta razón la Iglesia no lo celebraba al principio, pero los cristianos de Egipto celebraban la Navidad el 6 de enero y esta celebración fue extendiéndose por Oriente hasta el siglo IV, pero la Iglesia Occidental adoptó el 25 de diciembre y esto fue admitido por toda la cristiandad. Esa fecha fue tomada porque los paganos celebraban el nacimiento del sol en ese día y acudía mucha gente a las festividades, entre ellos los cristianos, haciendo luminarias como símbolo de la fiesta, y decidieron que se debía celebrar la Natividad en ese momento y el 6 de enero sería la Epifanía. Adoptándose las antiguas costumbres que se han transmitido hasta nosotros en las velas que se ponen en el árbol y en el "leño de Navidad".

Plaza de Colón. Madrid

Las fiestas del fuego en Europa.-
Para Frazer la Navidad entra dentro de las fiestas del fuego en Europa y aunque las hogueras son más propias de la primavera y el verano, también se hacían en otoño e invierno (para Navidad, Epifanía y Todos los Santos).
Qué nos queda de los antiguos símbolos festivos: queda el árbol de Navidad encendido con luces o velas y el leño de Pascua. El árbol de Navidad es más propio de países del norte y del centro de Europa. Según un artículo que leí hace unos días el primer árbol de Navidad que se puso en España lo puso una princesa rusa  en Madrid en 1870, en Internet:
Los fuegos del solsticio invernal sobrevivieron en el leño de Pascua, así ocurría en Inglaterra (Frazer, 1978: 833) y en el Pirineo español (Violant i Simorra), aunque era propio de toda Europa, están más documentadas las festividades de Inglaterra, Francia y los eslavos meridionales. Esta era una fiesta casera, de puertas para adentro en contraposición de las que se celebran en primavera y verano. Es creencia extendida que los restos de este tronco sirven contra los rayos, evitan los fuegos y hacen huir al demonio. En Inglaterra además del leño se encendían cirios de Pascua de un gran tamaño, así se iluminaba la casa y parecía de día.
Belén en la iglesia de san Ignacio.
Torrelodones

Violant i Simorra habla del tizón o leño de Navidad y dice más, en el País Vasco llaman Olentzero a la Nochebuena, así como a un tronco que arde en el hogar de las casas durante las fiestas navideñas, también en la montaña de Navarra se pone al fuego un tronco el día de Nochebuena y se practican ritos parecidos a los de la zona provenzal y en la zona catalana del Pirineo toma un sentido más de regocijo infantil y familiar, se le llama de diversas maneras y la llamada tronca de Nadal se rellena una vez agujereada de turrones, orejones, higos secos y golosinas, para que después los niños lo golpeen y caigan los dulces… Un amigo mío, nacido en la Pobla de Segur, me contaba que esta tradición de la tronca de Nadal rellenada de dulces y juguetes la vivió de pequeño, no tan lejos en el tiempo.
Bibliografía
Frazer, J.G., The golden bough, Great Britain, Suffolk, 1978
Hani, Jean, El simbolismo del templo cristiano, Barcelona, 1983
Violant i Simorra, Ramón, El Pirineo español, vol. II, Barcelona, 1986

lunes, 7 de diciembre de 2015

LA INMACULADA CONCEPCIÓN: SU ICONOGRAFÍA

El culto y la fiesta a la Inmaculada son muy antiguos se remontan al siglo VIII y provienen de oriente llegando a Europa a través de los bizantinos. La creencia de que María fue libre de pecado desde el primer instante de su concepción va ganando adeptos a través del tiempo, pero no toda la Iglesia admitía esta idea  sino que siempre hubo varias posturas a favor o en contra de la doctrina inmaculista, fueron los franciscanos desde el comienzo sus más firmes defensores en el siglo XIV enfrentándose a los dominicos, posteriormente los jesuitas se sumaron a esta creencia .
Manuel Trens se pregunta cómo se representó primitivamente a la Virgen sin pecado original y cómo evolucionó hasta llegar a la Inmaculada. Nosotros vamos a narrar esquemáticamente el desenvolvimiento de esta trayectoria.
La iconografía de la Inmaculada se inspira en la mujer apocalíptica de San Juan: “Una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza…” y sus primeras representaciones nos llevan a los Beatos en las que observamos a esta mujer que se enfrenta al dragón infernal con la ayuda de san Miguel, los elementos de esta iconografía son: el sol, la luna y las estrellas. Pero esta mujer no es la que directamente influye en la imagen de la Inmaculada porque las representaciones marianas de la Inmaculada van a evolucionar a partir de diferentes ideas que se materializarán en diferentes representaciones. En primer lugar, la Virgen Inmaculada se va a representar  de una manera descriptiva y genealógica, y su mejor ejemplo es al árbol de Jesé, en Internet: http://calarc.blogspot.com.es/2015/04/origenes-del-arbol-de-jese.html. El abad Suger es pionero en la utilización de este árbol genealógico en los siglos XI-XII, pero ya existía en miniaturas las genealogías en Biblias y beatos. Algunas catedrales como la de Toledo, Salamanca o Burgos tienen este árbol en capillas y retablos o en el coro de la catedral de León. Además del árbol de Jesé existen otras representaciones de la parentela de María que hablan de su condición sin mácula y son: el encuentro de san Joaquín y santa Ana, santa Ana triple, la Virgen niña o la leyenda del unicornio.
Medalla de la Inmaculada.
Leyenda reverso:
GUARDIA DE HONOR DE MARÍA EN S. ESTEBAN DE VALENCIA

La Virgen Tota pulchra es el siguiente paso que vamos a considerar en la representación de la Inmaculada, en él se dejan de representar los personajes históricos, así como las fábulas y leyendas, apareciendo en su lugar la Virgen sola rodeada de inscripciones, emblemas y alegorías. Los antecedentes de esta iconografía son las mariologías, bien en composiciones literarias o plásticas. Los temas de estas mariologías son: 1º Tipos del Antiguo Testamento. 2º Cuatro símbolos animalistas más corrientes. 3º Fábulas. Un ejemplo importante es el de María rodeada de emblemas y coronada por la Trinidad de Juan de Juanes, pintura del Colegio del Sagrado Corazón de Jesús de Valencia. Aunque los títulos de honor que le atribuyen a María son obra de sor Isabel de Villena, la visión la tuvo Martín Alberro, y será Juan de Juanes el que traslade a la pintura la imagen ideal de esta Inmaculada.
Donación de Plácido Arango. Museo del Prado.
Zurbarán

También la escultura se verá teñida de estas imágenes de María más abstractas, los emblemas de María se representarán en el retablo del altar mayor de la iglesia de Medina-Sidonia de Cádiz o en el tímpano del portal mayor de la catedral de Palma. Los grabados por otro lado muestran tanto la letanía gráfica como el dragón apocalíptico o la Virgen en actitud belicosa clavando la lanza al dragón.
Tota pulchra convento de san Antonio de Padua. Toledo
Inmaculada Tota pulchra en la tienda del convento
de san Antonio de Toledo

Definitiva imagen de la Inmaculada.-
Mientras los teólogos argumentan sobre el misterio de la Inmaculada Concepción, la liturgia exterioriza esas ideas mediante solemnidades y textos litúrgicos y los artistas recogen ese bagaje plasmando las especulaciones abstractas. María pasa de ser un símbolo a presentarse en éxtasis, este paso de la Virgen preexistente a la personificación de la Virgen sin mancilla en éxtasis ocurre a lo largo de la Edad Moderna. Es a finales del siglo XVI cuando en España se fija el tipo de la Inmaculada, su formulación teológica se realiza en Trento donde se dice que María es perpetuamente sine macula. Y cómo se da plasticidad a esta idea de la mujer preexistente del Apocalipsis anterior a la maternidad divina: es una virgen sin niño, orante, con las manos juntas sobre el pecho, con aureola solar, 12 estrellas en la cabeza y la luna a sus pies. España llevará la batuta para conseguir una definición dogmática en Roma de la Inmaculada Concepción de María en los siglos XVII y XVIII, pero no será hasta 1854 que se consiga. 
En el siglo XVII la Virgen pierde su carácter apocalíptico y acentúa su aspecto de nueva Eva. El dragón se convierte en serpiente. Pedro Fourrier (+1640) apóstol de Lorena distribuye medallas en las que la serpiente está más debajo de los pies de la Virgen, estrujando la bola del mundo. Es la imagen que Santa Catalina de Labouré (1830) vio impresa en la famosa medalla milagrosa.
Foto de Concha Alarcón
La medalla milagrosa de la Inmaculada.
Iglesia de san Ignacio. Roma


También hay representaciones guerreras de la Inmaculada hendiendo la cabeza de la serpiente y otra variante con su hijo en brazos, siendo él el que mata la sierpe. Pero la imagen que conservamos en nuestra memoria es la de la Virgen apoteósica y triunfante entre un torbellino de luz y ángeles que pintó Murillo y que ha llegado hasta nosotros no solo en su original sino a través de una variedad de copias en estampas y medallas.
Medallas de la Inmaculada:
plata y esmalte

Bibliografía.-
García Mahíques, Rafael, Perfiles iconográficos de la mujer del Apocalipsis como símbolo mariano, Ars longa, 1996-1997, 177-184
Mestre Sanchís, Antonio (dir.), La Iglesia en la España de los siglos XVII y XVIII, Madrid, BAC, 1979
Trens, Manuel, María. Iconografía de la Virgen en el arte español, Madrid, 1946