miércoles, 29 de agosto de 2018

OPINIONES SOBRE ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES


Hace meses El País ideas (29.10.17) se centró en este tema que nos atañe ahora y lo titulaba Cómo acabar con los tópicos sobre España, lo cual parece un imposible. Siempre se ha hablado de los diferentes pueblos y nacionalidades de una forma global aun cuando es difícil poder opinar sobre el carácter de una comunidad concreta.  Había dos artículos interesantes Atrapados en el cliché  de Andrea Aguilar y El confortable infierno español de Elvira Roca Barea. El primero comenta algunas ideas que son difíciles de desechar: la opinión que crearon viajeros anglosajones del siglo XIX como Richard Ford, o el retrato que se hace de la España democrática de herencia franquista en la cobertura de la crisis catalana, por otro lado, España sigue viéndose desde la perspectiva de la Guerra Civil y desde otra perspectiva se nos ve como un destino vacacional. El segundo artículo que se centraba en la mala imagen que damos los españoles o que nos adjudican porque la gente se acomoda a catalogar a los otros en unas categorías facilonas  y también hace alusión al problema de sentirse inferiores moralmente, hecho que proviene desde la España del imperio y que se proyecta de alguna manera sobre la España contemporánea. Yo diría que se trata de prejuicios con los que juzgan a los españoles y que en cierta medida afectan porque los creemos.
Richard Ford
Julio Caro Baroja escribió un pequeño libro titulado El mito del carácter nacional en el que hace un recorrido histórico sobre el tema y considera que hablar del carácter nacional es una actividad mítica, lo voy a seguir en varios párrafos. Dice que tal vez sea el siglo XX la época en la que estas opiniones globales sobre el modo de ser de los españoles se han hecho más dogmáticas atribuyendo un carácter nacional desde la época de los íberos, los romanos o los visigodos, cosa un tanto peregrina; aunque los historiadores y los antropólogos han aceptado una herencia ibérica, una herencia romana o visigoda. Ya desde antiguo los historiadores han creído ver rasgos comunes heredados de tiempos remotos, de hecho se considera una herencia: de lenguas, técnicas, Derecho, etc. Así que desde los Reyes Católicos se habla de España y de los españoles, pero la conciencia de ser diferentes entre sí gravita desde entonces como miembros de viejas naciones distintas (Caro Baroja, 1970: 78).
Julio Caro Baroja
En los siglos XVI y XVII en Europa los latinos se creían superiores frente a los países del norte, pero a veces se da un doble juego, a los españoles  se les trata según los casos peyorativamente por enemigos políticos sucesivos, un ejemplo es S. Münster, que habla de la falta de gusto de los españoles por las ciencias, y se van fijando clichés. En todos los países de la época hay literatura en contra de unos o de otros: los franceses nos ven como matamoros y también aluden a la idea de grandeza. Los protestantes nos tachan de “una beatería hipócrita basada incluso en la incredulidad y en la razón de Estado”, estas críticas enlazan con los escritos de Milton: “Pero lo grave es que lo dicho o escrito en épocas de virulencia deja un sedimento popular” (Caro Baroja, 1970: 83). Es en este clima cuando se crea esa idea que comentamos antes de sentirse inferiores moralmente.

El problema de la caracterización del español se complica con la decadencia política, el padre Peñalosa habla de cinco virtudes que son más bien defectos españoles: el orgullo religioso, el orgullo de linaje, orgullo de monarquía y orgullo de generosidad. “De una manera o de otra el español queda definido en el siglo XVII como un hombre extremado, que contribuye a la destrucción de su propio bienestar por esto mismo” (Caro, 1970: 87-88). Y en el siglo XVIII los extranjeros dicen de España que es una nación decadente y siguen hablando genéricamente de los españoles personas tan doctas como Hume o Montesquieu. Frente a las críticas se levantan los apologistas como el padre Feijoo que hace alarde de españolismo en su Theatro Crítico universal o Masdeu un jesuita catalán que escribe sobre los españoles y considera que cada nación tiene un carácter dominante como el español que es agudo. Cadalso en cambio es más objetivo y acepta que existen una serie de vicios y virtudes nacionales pero que hay caracteres muy diversos en la península.
Los viajeros de los siglos XVIII y XIX para definir el carácter español se basan muchas veces en conceptos e ideas ya repetidas, Caro Baroja cree que la bibliografía de viajes es tan extensa que habría que revisarla porque hay de todo, los del XVIII tienden  a aducir ejemplos concretos y los viajeros del XIX gustan de explicar los colores locales y luego se van haciendo de una ramplonería asombrosa.
Citamos un texto de Richard Ford, viajero inglés, porque es muy asombroso y negativo (tendría que compararse con las descripciones del Londres más pobre de las novelas de Dickens), del Manual para viajeros por León describe así a los campesinos leoneses:

El reino tiene alrededor de veinte mil millas cuadradas de extensión, con un millón de habitantes. Estos agricultores duros y sin apenas cultura no cambian ni sus hogares ni sus costumbres; son gente rutinaria , enemiga de innovaciones, y se aferran a las maneras de sus antepasados; y, sin embargo, aunque dedicados puramente al cultivo de la tierra, su práctica de la agricultura es bárbaramente atrasada y siguen arando a la manera primitiva de Triptólemo y las Geórgicas; la mayor parte de estos campesinos son lentos en el progreso y se resisten a la prisa tanto como sus mismas mulas. Las mentes, al igual que sus pesadas y chirriantes ruedas, están obstruidas por la suciedad y los prejuicios que se han ido acumulando en ellas desde el diluvio” (Ford, 1983: 10).

Carro chillón. Galicia 1976:
Camino de Santiago
En el XIX se reacciona contra los neoclásicos y se valora los siglos medievales, España empieza a verse como un reducto del pasado con gentes exóticas: “Surgen así nuevas imágenes de una España tradicional y heroica y de una España popular y pintoresca” (Caro, 1970:102). Pero a mediados de siglo se ve a los españoles según su profesión o clase social empezando a distinguir muchas clases y caracteres, así lo ven los literatos, pero sigue habiendo una caracterización de los tipos nacionales. España cae en la depresión del 98 junto a otras naciones latinas y triunfan germanos y anglosajones, se habla de razas superiores. Se empieza a pensar que la falta de sangre aria era un factor esencial en la decadencia y se ve lo ario como lo bueno, estas ideas promueven un optimismo asociado a la nación incluyendo el carácter, la raza y la religión: así nace el optimismo mussoliniano, el optimismo del falangismo español que habla de lo que es ser buen español frente a visiones derrotistas más propias de la izquierda. El fascismo monopolizó el patriotismo en una larga época que va desde 1921 a 1945 y los caracteres nacionales se fijaron como colectivos y hereditarios. Se llegó a una lucha enconada tratando de malos españoles a unos frente a otros lo que acabó en una guerra civil. El análisis de Caro Baroja termina aludiendo al carácter nacional que se fijó tras la victoria del 39 y del franquismo como un mito amenazador y peligroso.
Alrededor de la Guerra Civil  se produjo una cantidad ingente de literatura en la que todo el mundo hablaba de los españoles, los extranjeros que vinieron a España a luchar también escribieron libros en los que hablaban del carácter español, de cómo son los españoles, he leído recientemente a Orwell que también opina de esto, nos acusa de grandes defectos, pero también reconoce virtudes muy encomiables. Por un lado tiene una idea del atraso de España parecida a la de Ford, aunque es más cariñoso cuando habla de los campesinos de Huesca:
“En los campos había hombres con bombachos negros de pana, camisa azul harapienta y sombrero de paja muy ancho, arando la tierra con una yunta de mulas que agitaban rítmicamente las orejas. Los arados eran unos objetos impresentables que se limitaban a rascar el suelo, sin penetrar lo suficiente para abrir un surco. Todas las herramientas estaban lastimosamente anticuadas, dado que los aperos de metal eran caros. Si se rompía, por ejemplo, la reja del arado, se reparaba una y otra vez, hasta que al final no era más que un cúmulo de reparaciones…” (Orwell, 110).
George Orwell, Orwell  en España.
Por otro lado aunque habla de la ineficacia del ejército de la República en una ocasión dice: “Por extraño que parezca, los españoles consiguen organizarse de vez en cuando con mucha eficacia” (Orwell, 2015: 112). Y también hablando del socialismo español que vivió en la guerra española observa sobre los españoles. “El resultado fue que mi deseo de construir el socialismo se volvió más real que antes. Quizás en parte se debiera a la buena suerte de hallarme entre españoles, que con su innata honradez y su omnipresente inclinación anarquista, harían tolerables incluso las primeras  etapas del socialismo, si tuviera la oportunidad” (Orwell, 2015: 130).
Y finalmente: “Conservo muchos malos recuerdos de España, pero muy pocos de los españoles; creo haberme enfadado seriamente con un español sólo en dos ocasiones, y en ambas, cuando miro atrás creo que fui yo quien tuvo la culpa. Es indudable que poseen una generosidad, una especie de nobleza que no es propia del siglo XX” (Orwell, 2015: 198).
Anales del MPE, 1935

Bibliografía.-
Caro Baroja, Julio, El mito del carácter nacional. Meditaciones a contrapelo. Madrid, 1970
Dantín Cereceda, J., "El carro leonés del concejo de Gordón", Anales del Museo del Pueblo Español, Tomo I, 1935, 139-148
Ford, Richard, Manual para viajeros por León y lectores en casa, Madrid, 1983
Orwell, George, Orwell en España. Homenaje a Cataluña y otros escritos sobre la Guerra civil española, Barcelona, 2015
En Internet: Atrapados en el cliché español por Andrea Aguilar :
 https://elpais.com/politica/2017/10/27/actualidad/1509134113_520608.html
El confortable infierno español de Elvira Roca Barea
https://elpais.com/politica/2017/10/27/actualidad/1509113683_479802.html