Siempre me he preguntado cómo y
por qué empezó la Guerra Española. La respuesta de los historiadores se centra
alrededor de la tensión latente en la sociedad española en los años 30, las dos
Españas que la dividieron avaladas por dos ideologías que en aquel momento
campaban en Europa: el fascismo y el comunismo. Como esta división no recoge
todos los matices que formaron parte de los dos bandos voy a contrastarla con la
visión de la preguerra en dos novelas: Historia de una maestra y La
forja de un rebelde 3. La llama. La literatura en muchas ocasiones nos da
la clave de la intrahistoria (Unamuno) y especialmente me interesa la
de los desheredados: lo que pensaba y sentía la gente con pocos recursos, los
perdedores.
Aldecoa se centra en los maestros
y las gentes con las que tratan los maestros de pueblo, casi toda la escala
social, aunque sus alumnos suelen provenir de gente sencilla, agricultores o
mineros de pueblos de León. Barea por su parte nos muestra la vida del Madrid
prerrevolucionario, donde las calles eran el campo de batalla de falangistas y
obreros de la izquierda. En las novelas los personajes encarnan ideas, ideales
y formas de vida. En la novela de Aldecoa el personaje que encarna mejor a los
perdedores es el marido de la maestra: Ezequiel. Y en la novela de Barea el
personaje que encarna al pueblo obrero de Madrid es Ángel, aunque el mismo
Barea puede valernos. Vamos a ver cómo piensan estos personajes para entender un
poco más la contienda.
“Tú no sabes la rabia que da
el hambre…”
Ezequiel es el marido de
la maestra y narradora, es un hombre que viene de una familia pobre, de un
pastor que no tiene nada, me recuerda a la canción Manuel de Serrat y a
la película de Los Santos inocentes. Cuando le conoce duerme en la misma
aula donde da clase y va todo de negro porque guarda luto por su padre recién
fallecido. Ha estudiado en el Seminario del que se sale para estudiar maestro
en la Normal a base de muchas penurias y trabajos. Pero es un hombre que sueña
con otro futuro, planea actividades para los niños y da clases de
alfabetización para adultos. Cuando llega la República tiene alegría y miedo, y
se va politizando poco a poco, asiste a reuniones en León y cree en la Reforma
de la enseñanza: escuela laica, coeducación y enseñar a pensar. Y también desea
poner a los niños españoles al nivel de los otros países europeos.
Entonces la gente se divide en
nosotros y ellos. Frente las acciones republicanas se oponían las reacciones
del poder secular, mientras los maestros se comprometían por seguir las órdenes del
gobierno. “Parecía que la República iba a hacer de la enseñanza el corazón de
su reforma”(Aldecoa, 2015:129) Subieron los sueldos de los maestros, pero había una falta
de consideración social del maestro… Los intentos de cambiar las cosas o de
hacer cosas nuevas eran cercenados por algunos. Las Misiones Pedagógicas por
ejemplo trataban de llevar a los pueblos un poco de la vida más avanzada de la
ciudad, el cine, conferencias, música, etc. Eran como un rayo de luz en la
penuria general. Luego viene el final del sueño, va gestándose poco a poco con el
odio. La República no es capaz de llevar a cabo las grandes promesas de su
primer año y los más luchadores tienen prisa, la mina estalla y Ezequiel los
apoya, está comprometido, es socialista. La rebelión es sofocada por la Guardia
Civil y Ezequiel es encarcelado con algunos mineros.
Con el Frente Popular dan
amnistía y Ezequiel vuelve a casa. Parece que todo va a cambiar…Verano del 36,
el cambio no iba a ser el esperado. La maestra cuenta que hay una sublevación
de los militares, ella estaba en otro pueblo, en la casa de sus padres, no recibe noticias de
Ezequiel, pero por fin recibe una carta de Eloísa la hija del alcalde:”Han
matado a mi padre y a Ezequiel. Los fusilaron al amanecer con otros muchos, a
la entrada de la mina. El Señor les perdone su crimen.” (Aldecoa, 2015: 236)
A derradeira lección do mestre. 1937. Castelao Museo de Pontevedra |
“Pues por todo esto es por lo
que soy un socialista, por esta leche agria que durante cuarenta años de su
vida se ha tenido que tragar Angelito García, un servidor de Dios y ustedes…”
(Barea, 1977: 81)
El planteamiento de Barea
es más descriptivo, presenta las calles de Madrid con las peleas de los vendedores de Mundo Obrero y
los que venden Fe. Los falangistas sacan las pistolas y hieren a un
vendedor de Mundo obrero. Los socialistas se quejan porque pretenden ser
pacientes y sus afiliados se van con los comunistas, la derecha en cambio está
unida. Barea piensa que es porque no tienen ideales, defienden sus propiedades
y su posición. Las elecciones de 1936 dan la victoria al Frente Popular. Barea en
aquel momento se va a vivir a la calle Ave María y conoce a un hombre que se
llama Ángel que le ayuda con la mudanza, ha perdido el trabajo porque no
va a misa. Un día en el bar Emiliano después de escuchar a los otros dice: “Bueno ahora me toca hablar a mí. Todo eso que estáis discutiendo
un día y otro y todas esas historias que estáis contando no son más que cuento.
Yo soy un socialista. Sí señor, un socialista. Y no he visto en mi vida a ese Marx
ni a ese Bakunin, ni me interesan un pito. Yo soy un socialista por la misma
razón que tú eres un anarquista y Manolo un comunista: porque estamos hartos
hasta la coronilla de esta cochina vida. Un buen día te pare tu madre, sin que
tú te enteres de lo que ha pasado. Y cuando te empiezas a enterar de dónde estás, de lo primero que
te enteras es de que padre está sin trabajo, madre esperando un hermanito y el
puchero vacío…” (Barea, 1977: 81)
Los siguientes capítulos son El
combustible y La chispa. La derecha está decidida a batallar contra
la República, se suceden actos violentos, en respuesta al asesinato del teniente Castillo por los guardias
de asalto matan a Calvo Sotelo. Se espera un golpe, el Gobierno cierra los
locales de los grupos de derecha y arresta a personas pertenecientes a ellos,
igual hace en los ateneos libertarios y sus seguidores. Cuando estalla la
guerra porque se sublevan los militares en África, en Madrid se organiza la
milicia, aunque los primeros días son caóticos y terribles, Barea se da cuenta
que tiene que tomar partido: “Aquello era guerra, guerra civil y una
revolución. No podía ya terminar hasta que el país se hubiera convertido en un
Estado fascista o en un Estado socialista. No tenía que elegir entre ellos. La
elección estaba para mí hecha durante toda mi vida. O vencía una revolución
socialista o yo estaría entre los vencidos” (Barea, 1977: 144). Esta toma de
partido le lleva a colaborar con la República en cuatro actividades: Instructor
de milicianos, censor al servicio de prensa extranjera, censor en la radio y
locutor del programa de radio “La voz de Madrid”. Barea además es crítico con los milicianos,
los Tribunales Populares, él sabe lo que quiere pero no a cualquier precio, es
un hombre responsable que apoya a la República y trabaja para ella, porque
siempre ha sido fiel a sus raíces, a sus orígenes proletarios, es socialista y
afiliado a la UGT. En un momento dado cuando trabaja para la radio los
comunistas comienzan a sembrar la duda sobre él y su compañera Ilsa: le
desconectaban mientras hacia sus charlas en la radio, a ella la tachan de
trotskista. Después le quitan sus charlas de la radio. Barea enloquece en el
Madrid bombardeado y siendo perseguido por comunistas y dice que la guerra te
engulle incitándote a la violencia, pero por otro lado no puede ser neutral. Al final un cura, el padre Lobo
les ayuda a salir de Madrid, van a Valencia, a Barcelona, París y finalmente
Londres. El exilio desde donde escribe sus libros y artículos.
Barea habla de los barrios populares de Madrid, de un Madrid pobre y trabajador que no se amilanó nunca y que contó con la ayuda de las Brigadas Internacionales: "La tenaza del sitio se cerraba más y más; y más batallones de las Brigadas Internacionales, que ya eran dos, se volcaban en las brechas. A pesar de todo, el entusiasmo que nos había arrastrado, por encima de nuestros miedos y de nuestras dudas, no falló nunca. Eramos Madrid" (Barea, 1977: 238).
Barea habla de los barrios populares de Madrid, de un Madrid pobre y trabajador que no se amilanó nunca y que contó con la ayuda de las Brigadas Internacionales: "La tenaza del sitio se cerraba más y más; y más batallones de las Brigadas Internacionales, que ya eran dos, se volcaban en las brechas. A pesar de todo, el entusiasmo que nos había arrastrado, por encima de nuestros miedos y de nuestras dudas, no falló nunca. Eramos Madrid" (Barea, 1977: 238).
Al hilo de este escrito he leído las palabras de Neruda publicadas en 1937:
http://www.buscameenelciclodelavida.com/2018/03/a-mis-amigos-de-america.html
Y también el comentario a La espiga miliciana:
http://www.buscameenelciclodelavida.com/2015/11/la-espiga-miliciana.html
http://www.buscameenelciclodelavida.com/2018/03/a-mis-amigos-de-america.html
Y también el comentario a La espiga miliciana:
http://www.buscameenelciclodelavida.com/2015/11/la-espiga-miliciana.html
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