STEPÁNOVA,
María, En memoria de la memoria, Barcelona: Acantilado, 2022.
La memoria es un asunto personal y no se basa en el conocimiento sino en
la experiencia.
Buscar las
historias familiares está de moda, indagar y averiguar quiénes fueron tus
ancestros. M. Stepánova ha compuesto un bello libro sobre cómo trabaja la
memoria en relación con su historia familiar y viene a decirnos que, si bien
es dificultoso ese trabajo de reconstrucción de la memoria, pero se puede
intentar para que no caigan en el olvido las vidas de seres corrientes como
fueron sus familiares. Las casas son la principal fuente para reconstruir la
historia de la mayoría de las personas, todos guardamos, cartas, tarjetas
postales, fotos y otros objetos que hablan de nuestra historia, al menos de los
que nacimos en el siglo XX, habrá que ver lo que queda de recuerdo de las generaciones digitalizadas. Muchos de esos objetos no son testigos parlantes y
a veces es imposible saber qué hay detrás de ellos. Sin embargo, hay otros que
son muy elocuentes. Pero la mayoría de las reconstrucciones son imperfectas,
incompletas, como muñecas de porcelana que han perdido sus brazos, sus piernas…
Finalmente, lo importante es
cómo construir un relato con trozos de historias y no ser aburrido.
La memoria se ocupa de la justicia
María Stepánova
es rusa, sus apellidos son de origen judío: Gurévich, Fridman, Guinzburg y
Stepánov. Es también por esto que la autora necesita recordar y averiguar lo
que pasó con algunos de sus familiares. Todas las ciudades con las que sus prósperos antepasados
guardan relación llevan inscritas las huellas de la violencia de los progromos.
No sabe si algún familiar suyo murió en esos actos, ni como se escondieron y
lograron sobrevivir, pues de eso no se hablaba. Aunque no cuenta en su familia con
represaliados, combatientes, ni que hayan vivido la ocupación alemana, o
participado en las grandes batallas del siglo. Solo el hijo de la hermana de la
bisabuela, Liodik (luego hablaremos de él), murió en la guerra. Hoy somos muchos los que nos dedicamos a sacar la memoria de las
pequeñas historias para que se vea y se escuche. “La duración de la memoria, su
capacidad de dar alcance a aquellos que pretenden escapar de ella, depende de
nuestra habilidad para darnos la vuelta e ir a su encuentro” (260). En
realidad, todos provenimos de los supervivientes de la catástrofe colectiva del
siglo pasado.
La memoria es legado
Ella se remonta
en la historia familiar hasta sus bisabuelos, unos 100 años. Empezó muy joven a
recoger datos sobre sus familiares, pero no de una forma sistemática y se dio
cuenta después de que no preguntó a su madre mientras esta vivía para tomar
notas.
Los álbumes familiares son especialmente significativos, ella y su madre se pasaban ratos los días festivos mirando álbumes de fotos, entonces conseguía datos de muchos de aquellos familiares. Esas fotos eran de la familia de la madre, porque de la de su padre no había apenas fotos. Y las tarjetas postales de su abuela Sarra que viajó por Europa y estudió en París, a la cual escribían amigos y admiradores. Sarra conservaba postales que le fueron enviadas entre 1905 y 1915 cuando pertenecía a la juventud revolucionaria y estudiaba medicina en París. Otros personajes entrañables son Liodik, y su su abuelo Kolia. Nikolai Stepánov tiene una historia muy interesante porque María S. cuenta que es el único familiar suyo que se benefició de la revolución, al ser un joven huérfano que consiguió trabajo por pertenecer al partido, aunque llegó a tener problemas políticos fue un hombre feliz y cariñoso. Y Liodik un primo de su abuelo que murió en 1942 con 19 años en el cerco de Leningrado, durante la guerra, es recordado por las cartas que escribía a su madre llenas de candidez y cariño. Otro recuerdo imborrable es el de su abuela Liolia que guardaba en el bolso un pequeño monedero de encaje con el nombre de un hombre que la escritora no conoció, y del que no pudo encontrar nada.
La pasión por la justicia exige una reparación.
Hay también
referencia a artistas y pensadores que han indagado en este tema como Hirsch, o
Goldchain que escribió una historia fotográfica de su familia. W.G. Sebald se
dedicó a escribir sobre el Holocausto y sobre la imperiosa necesidad de recordar. O
Charlotte Salomon que hizo unos dibujos para contar la historia de su familia,
pero tuvo que dejarlos en la costa Azul porque se la llevaron a Auschwitz. O
Joseph Cornell que fabricaba cajas para meter dentro pequeños tesoros, algo así
como los objetos que pueden representar la vida de una persona.
Lanza un mensaje
contradictorio entre el deseo personal de conocer y publicar historias pasadas de familiares y la constancia de que esas personas seguramente no quisieron ser objeto de recreaciones literarias, pero ella, y como ella otros, siente y sentimos avidez por llegar hasta el fin del mundo para encontrar el rastro de aquellos seres, ya
fallecidos que nos antecedieron. En el fondo hay una mezcla de intereses: un
interés por denunciar terribles hechos del pasado y por otro lado un interés
personal por conocer a tus parientes desaparecidos. De dónde viene esta
necesidad de no olvidar, ella supone que puede ser que provenga del A. T. que impone al pueblo
judío la memoria, el Zajor, más que el interés por la historia. Este empeño la
ha llevado a recorrer lugares lejanos donde han vivido sus antiguos parientes
para recorrer las calles donde vivieron y también las casas cuando aún están en
pie, visitar museos, bibliotecas y especialmente archivos donde se guardan
documentos en los que a veces, encontró y podemos encontrar a nuestros parientes.
Dice la autora que
la parte más interesante de la historia propia es aquella que desconoces.